EDDARD
Tras
la victoria de Robert en Refugio Estival, el ya llamado Usurpador por sus enemigos se había enfrentado a las fuerzas
realistas de Lord Randyll Tarly en Vado Ceniza. Según las noticias recibidas en
Invernalia, la confrontación no había tenido un claro vencedor, si bien Lord
Cafferel, antiguo enemigo de los rebeldes y ahora miembro del ejército de
Robert, había sido asesinado por Lord Tarly y su cabeza enviada al Rey,
mientras que el lado realista había perdido a Ser Quentin Tyrell. Al mismo
tiempo, Robert se había visto forzado a dirigir sus tropas hacia el Norte,
dejando las Tierras de las Tormentas y marchando en dirección a la Región de
los Ríos.
Ned
estaba muy preocupado por Robert. El mensaje que esa semana había traído un
joven partidario de la rebelión no era nada tranquilizador, pues informaba de
que su amigo había caído en una emboscada cuando se dirigía hacia los Ríos y
estaba herido, aunque había logrado escapar. Eso no convenía a las fuerzas
rebeldes: sin un líder tan carismático como él la balanza podía caer del lado
realista. Además, su partida al Norte dejaba Bastión de Tormentas indefenso. A
Eddard no le parecía que Stannis, uno de los hermanos de Robert, fuera capaz de
defender ese territorio. Era demasiado joven e indeciso. Perder ese enclave era
peligroso. Las cosas no estaban yendo demasiado bien a pesar de la victoria de
Robert en Refugio Estival.
A
su llegada a Invernalia, Ned pudo contar con sus casas vasallas para ir a la
guerra. Nunca dudó del apoyo de las mismas, así que no era eso el origen de sus
inquietudes, sino qué pasaría con sus tierras si no ganaban. Y con su familia…
sólo quedaban dos Stark de Invernalia: Benjen, un adolescente, y él, que
tampoco llegaba a ser un hombre. Su padre y Brandon estaban muertos, y Lyanna
desaparecida. Le parecía increíble que todo su mundo, la vida pacífica que
conocía, se hubiera transformado en tan poco tiempo. Se quedó pensando en que
ahora tenía una preocupación más: su esposa Catelyn. La tuvo que dejar en
Aguasdulces al día siguiente de su noche de bodas. Fue como tocar el cielo y
caer en picado después hasta estrellarse contra el duro suelo. Sabía que era su
deber marchar al Norte, pero tan pronto… Cat se mostró desconsolada cuando se
despidió de él, lo que le dejó un sabor agridulce en la boca. Daba la sensación
de que ella había visto en él un digno sustituto de Brandon y se alegraba por
ello. Recordó lo que sintió cuando la besó y ella respondió a su beso; el tacto
de su piel, muy suave y tan blanca como la nieve; el olor de su pelo caoba; el
sabor de su boca; su respiración agitada cuando… Notó un cosquilleo en la
entrepierna. ¡Dejarla justo después de haber pasado una noche tan íntima con
ella era injusto! Cerró los ojos con rabia. Pero, ¿en qué estaba pensando? Era
el señor de Invernalia, no un adolescente con la cabeza llena de fantasías
eróticas. Intentaba por todos los medios olvidarse de esas sensaciones tan
nuevas para él, pero le era imposible alejar la imagen de Cat recostada sobre
su pecho, con el cabello desparramado y el rostro sonrosado tras haber hecho el
amor.
La
voz de un sirviente lo sacó de sus recuerdos. «Noticias, señor.» Eddard tomó el
pergamino de manos del muchacho y lo desplegó nervioso. Había llegado la hora
de marchar con todos sus hombres hacia las Tierras de los Ríos para ayudar a
Robert. Un viaje largo que había que cubrir en el menor tiempo posible. Reunió
a sus vasallos en el Salón Grande de la fortaleza y les comunicó la situación.
Partieron ese mismo día hacia Septo de Piedra.
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